jueves, 1 de octubre de 2009

Un viaje con el corazón

por Patricia Marco

Esta es la historia aún inconclusa de nuestra familia. Una familia que esperamos que esté completa en muy poco tiempo. Una familia a la que le une un gran amor y que comparte cada día la aventura de ser familia.

Hace años, cuando la psicóloga que nos evaluó para nuestra primera adopción me preguntó que por qué quería ser madre, le contesté que quería ver la vida de nuevo a través de los ojos de un niño. Y así ha sido y sigue siendo. Ahora la vida nos da una nueva oportunidad, verla a través de un nuevo hijo.

Hace cuatro meses. un día como otro cualquiera. hubo una noticia que lo cambió todo... Nos escribieron desde Rusia para decirnos que Iván estaba en adopción internacional.
Iván es un niño de 10 años maravilloso, alegre, inteligente, amigo de sus amigos, guapo, guapísimo pero. aún no sabíamos tanto de él.

Cuando recibimos la noticia sólo sabíamos que era el hermano biológico de nuestro hijo, adoptado en Rusia hace ya cuatro años cuando tenía 7 meses.
Durante estos años, hemos seguido la historia biológica de nuestro hijo después de haber conocido en el juicio a su madre biológica y a una hermana.

Ese hecho junto con el de convertirnos en padres, marcó para nosotros un antes y un después. Del shock inicial y la tensión por conocerlos, pasamos a sentirnos afortunados por poder responder en un futuro a algunas de las preguntas de nuestro hijo sobre sus orígenes.
Pero, además, ocurrió que yo jamás pude olvidar a aquella niña y obviar la existencia de otros hermanos. Muchos días me he preguntado cómo estarían, cómo sería su vida, si se parecerían o no a mi hijo. muchas preguntas. porque a menudo he pensado que el destino de ellos podría haber sido perfectamente el destino de nuestro hijo.

Por esa razón, sabíamos que Iván y la niña que conocimos en el juicio habían entrado en un orfanato desde 2005 porque, según nos dijeron, había muerto su abuela paterna, la que les cuidaba, y, por esta razón, su padre les dejó allí, pero les visitaba. Poco tiempo más tarde supimos que la niña había pasado a una familia de acogida en Rusia y que Iván se había quedado solo en el orfanato. Supimos que su madre y madre biológica de nuestro hijo había perdido la patria potestad de los niños cuando los abandonó (imaginamos que por circustancias terribles ya que con ella permanecen otros dos hijos, hermanos igualmente de nuestro hijo).

Cuando supimos que sólo Iván permanecía en el orfanato, preguntamos si podíamos ayudarle de alguna manera y, venciendo las reticencias iniciales de sus responsables, acordamos que le enviaríamos cosas útiles de ropa y aseo y algún juguete sin decirle quiénes éramos.
Preparamos varios paquetes para él y para el orfanato con mucha ilusión y mucho amor hacia un niño al que no poníamos cara, pero al que sentíamos muy cerca.
Tan cerca lo sentíamos que por causa de nuestro interés, y dado que ya teníamos decidido ampliar la familia, nos escribieron ese día de diciembre para darnos la noticia de que había posibilidad de adoptarlo.

La noticia fue en un principio desconcertante para nosotros. Es cierto que en muchas ocasiones había acariciado la idea de saber, conocer e incluso, encontrarnos con los hermanos de nuestro hijo. En muchas, muchísimas ocasiones me sentía agradecida hacia esa mujer que lo llevó dentro de sí, a ella que se cuidó durante su embarazo a pesar de su penuria económica, a ella que había dejado a un hijo en adopción pensando en su futuro, a esa mujer buena y alegre que conocimos en el juicio y que lloró al ver las fotos de nuestro hijo. Muchas veces soñaba con hacerle llegar el mensaje del niño tan maravilloso que era nuestro hijo y en cada cumpleaños de mi hijo me he acordado de ella porque no puedo imaginarme que haya olvidado el día en el que lo parió. Sí he soñado mucho con todo ellos, pero no pude dejar de sentirme desconcertada en un primer momento.

Pero aún así fue un poco desconcertante. En primer lugar, porque en mi cabeza cuando pensaba en ampliar la familia siempre había imaginado a un hijo menor que el nuestro y ése era el primer pensamiento que tenía que cambiar (y os aseguro que no es tan fácil pasar de imaginarte tu hijo como un bebé a imaginarlo con 10 años). Y, en segundo lugar, porque cómo reaccionaría nuestro hijo, cómo se adaptaría un niño tan mayor, qué implicaciones iba a tener para ambos... Además, ninguno de los dos conocía la existencia del otro.

Han sido cuatro meses de mucho pensar, de mucho reflexionar y de muchas meditaciones, de mucho pensar sobre todo sobre lo que era lo mejor para los niños, primero para nuestro hijo y después para Iván. La mayoría muy íntimas porque desde el primer momento tuvimos claro que sólo nosotros tendríamos la respuesta a esta decisión y alguna otra, más especializada, basada en la experiencia de otras personas que han adoptado niños mayores.

Estaba claro, no existía un vínculo afectivo entre ellos pero, si queríamos ampliar la familia y se iba a construir un vínculo afectivo entre dos niños, por qué no entre los hermanos. Además, ¿cuáles eran las razones para no darle ni siquiera una oportunidad a Iván? ¿La edad? ¿Es ésta una razón para negarle a Iván una familia? ¿O se trata más bien de miedo? ¿Cuáles son las dificultades? Por supuesto que las hay, pero creo que simplemente diferentes porque también existen con un bebé y con un niño de dos o tres años. con un niño de 10 años pues serán diferentes.

Me empezó a rondar por la cabeza la idea de que si decía que no y algún día sí volvíamos a esa ciudad a por nuestro segundo hijo no iba a poder dejar de sentir un gran vacío por Iván, por su ausencia.

Al final, después de un intenso proceso de reflexión decidimos que queríamos ir adelante, queríamos que Iván nos conociese y nos dijese si también él quería ser parte de nuestra familia.
Y así partimos hace casi un mes hacia Rusia, cargados de ilusiones, esperanza, con el firme convencimiento de que Iván, salvo que él no quisiese, ya era parte de la familia.
Preparamos el viaje a conciencia, juguetes para compartir con él y verle más en su entorno, un globo del mundo hinchable para enseñarle dónde estaba España, una carta para el primer día contándole por qué estábamos allí y que nos podía decir lo que quisiese, un diccionario ruso-español por si le apetecía cotillear palabras y un libro contándole mil cosas, desde dónde está España, a cómo es España, qué comemos, cómo somos, hasta quiénes éramos, cómo era nuestra familia, hablábamos de nuestro hijo, su hermano, de nuestros parientes, de nuestro día a día. Todo traducido al ruso y con muchas fotos.
Y como ya hice en el viaje en el que fuimos a por nuestro hijo, cargué la maleta con ropa en tonos alegres.

Llegamos a Moscú a las 5 de la tarde. Nos estaba esperando un chófer y con él iríamos hasta la región a unos 350 km de Moscú. Nos habían dicho que llegaríamos entre la 1 y las
2 de la mañana, nos acostábamos y el viernes iríamos a ver a Iván. Está en un orfanato a una hora, hora y media en coche. Nuestro principal pensamiento era poder pasar con él todo el tiempo que nos dejasen el vienes, el sábado y el domingo. El lunes temprano volveríamos a España.

No era mucho tiempo, pero es todo lo que podíamos.
Después de un largo y cansado viaje por carretera, llegamos a la región, descansamos y el viernes nos reencontramos con nuestra intérprete y amiga y con nuestra amiga de los Servicios Sociales que nos había informado de la situación de Iván y nos había ayudado a preparar el viaje.
Visitamos rápidamente la casa cuna donde vivió nuestro hijo sus primeros meses de vida. Todos nos recordaban y le recordaban. Dejamos la maleta de ropa y cosas de aseo para bebés y los paquetes de pañales que habíamos comprado. Fue también muy emocionante recordar aquellos momentos en los que nos convertimos en padres por primera vez.

Estábamos muy nerviosos y con ganas de partir hacia el orfanato y encontrarnos con Iván. Cuando llegamos todo el personal estuvo volcado con nosotros. El director, encantador, todos hablan muy bien de Iván y nos dan todo tipo de facilidades, podemos estar con él todo lo que queremos incluso sacarle de paseo fuera del orfanato.
Llega Iván. Mi marido se emociona tanto al verle que disimuladamente se gira hacia la ventana y llora.

Nos sentamos con él. Se parece tanto a nuestro hijo. Es guapísimo, a nosotros nos lo parece. Tiene la mirada alegre, los ojos color miel, grandes y vivos y una sonrisa que lo llena todo. Está tímido y nervioso (no para de mover una pierna estando sentado). Responde a las preguntas que le hacemos, le gusta jugar al fútbol, tiene dos amigos Dimitri y Serguei y saca muy buenas notas en el colegio. Le contamos que venimos de España y que allí nieva menos que en Rusia y él, sorprendido, nos pregunta que entonces a qué jugamos en invierno (nos hizo mucha gracia).
Le damos la ropa que le hemos llevado y algunos juguetes, un Ac-timel y galletas de chocolate y se zampa medio paquete y el Actimel.

Iván se va a comer y a nosotros nos dan una comida de gala y nos cuentan muchas cosas de él. Sólo le han dicho que tiene una visita de España. Él pregunto si eran papá y mamá y le dicen que no (tienen miedo de que algo vaya mal y el niño tenga una gran frustración). Le dicen que es como otras veces que algún niño ha recibido visitas (según parece esto ha ocurrido y luego no lo adoptan).

Nos vamos de paseo con él. Le entusiasman la cámara de fotos y la de vídeo y se las dejamos y nos graba y nos hace fotos. Sonríe mucho todo el tiempo.
Volvemos y nos dicen que podemos jugar con él. Elige jugar a las damas y se lo pasa bomba ganando a mi marido. Está más relajado y se le ve aún más alegre. Le damos la bola de mundo inflable. La hincha y le encanta ver dónde están Rusia y España.

La educadora nos dice que apenas ha comido porque todos los niños le preguntan por la visita.
Nos cuenta que es un niño de familia, le gusta compartir con sus amigos, que no es agresivo, pero se defiende si tiene que hacerlo y que es un buen estudiante. Le dimos el diccionario pero resulta que aún no ha aprendido las letras en latín (vamos a tener mucho trabajo en la escolarización).
Nos despedimos. Le doy besos y un fuerte abrazo. Le pido un beso y me doy cuenta de que no sabe besar.
Nos vamos y, cuando estábamos en la calle, sale corriendo y nos abraza. Nos sacamos más fotos y le decimos que mañana volvemos.

El sábado volvimos a pasar un día emocionante y bastante más largo con Iván.
Nada más llegar nos estaban esperando el Director y la Asistente Social. Nos han dedicado mucho tiempo y hemos podido reconstruir hasta donde hemos podido la historia de Iván. Además nos han dado datos médicos pero no había nada reseñable por lo que esta parte ha sido breve.
A continuación han ido a buscar a Iván, que ya llevaba rato esperándonos porque los otros chicos nos habían visto desde la ventana y le habían avisado.

Nuestro conductor ha sugerido esta mañana que, dado que a Iván le gustaba el fútbol, por qué no le comprábamos una pelota, y hemos conseguido un balón oficial de la Eurocopa. Se lo hemos dado nada más verle y no se ha separado de él.

Le hemos preguntado qué quería hacer y no quería hacer otra cosa que no fuera ir al campo a jugar con el balón.

Hemos ido a un bosque precioso y allí han estado dos horas jugando al fútbol Iván, mi marido y el conductor, que es también encantador. Se lo han pasado en grande.

Ya era tarde y aunque Iván quería seguir jugando se notaba que estaba cansado y decidimos que ya era hora de comer. Creo que quería disfrutar de aquel momento de juegos sólo para él con dos adultos que están pendientes de él al máximo. No quiere que se acabe nunca.

Hemos ido a un restaurante e Iván ha estado increíble. Al principio tímido, pero finalmente se ha decidido a pedir lo que quería.

Mientras esperábamos la comida ha estado haciendo tonterías con los botecitos de Actimel, jugando a que peleaban entre sí... Me ha gustado ver esa faceta tan infantil de él. Creo que todavía hay mucho niño dentro de él.

Por otra parte, no debe de ser fácil para un niño de 10 años estar comiendo con cuatro adultos desconocidos, tres de los cuales hablan entre sí un idioma desconocido y están todo el tiempo preguntándote lo que te gusta, cuáles son tus amigos, qué haces los sábados... Creo que el auténtico valiente en esta historia es Iván.

En la comida le hemos preguntado si le gustaría venir a España y, como ya nos habían dicho en el foro de adopción de mayores, simplemente se ha encogido de hombros.

Al acabar hemos vuelto al orfanato y estaban muchos niños en el jardín y le han preguntado por su balón nuevo. Hemos conocido a su mejor amigo, Serguei. Son inseparables.
Hemos entrado y hemos jugado a las damas. Él estaba muy atento a las conversaciones en ruso.

Al acabar le hemos dado el libro que le habíamos preparado y ha sido cuando ha sabido que teníamos un hijo adoptado de su misma ciudad. Ha estado muy interesado por todo, especialmente por nuestro hijo, quería saber cuantos años tenía, cuándo estaba hecha su foto, cuál era su habitación en las fotos de nuestra casa. Ha sido muy bonito verle tan interesado. Por supuesto que también ha estado interesado en nuestra familia, quiénes eran mis hermanos, mis sobrinos, sus edades, los hermanos de mi marido. Le ha gustado ver que mi familia vivía en una isla, ha dado un respingo cuando ha visto una foto de una playa... le ha encantado también que mi marido trabajara con ordenadores y nos ha sorprendido que reconociese un portátil y dijese el nombre en inglés. Definitivamente es un niño muy listo. El libro ha sido un gran, gran acierto y en el orfanato les ha gustado mucho. Creemos que mañana nos hará alguna pregunta más sobre él porque no paraba de leerlo.

Al salir, Iván estaba esperándonos, quería irse con sus amigos a jugar a la pelota. Le hemos acompañado y mi marido ha vuelto a jugar un ratito con él.

Le he pedido que me diese un beso y me lo ha dado disimuladamente (sus amigos estaban mirando) pero esta vez, ha sido un beso y yo le he dado mas tarde otro (sin sus amigos delante). y ha estado mas tímido que ayer.

Mañana es nuestro último día con él y él ya lo sabe.

Me ha parecido que dentro de lo que cabe es un orfanato en el que los niños tienen contacto con el exterior, salen de excursión, pueden entrar y salir al jardín a jugar. Nos ha sorprendido lo bien adaptado que estaba Iván a comer en un restaurante, ir al campo...

Y también hemos visto que, dentro de sus limitaciones, los niños no están muertos de hambre. Iván come pero no lo hace con ansiedad, ni devora.

En el viaje de vuelta en coche, mi marido y yo hemos hablado y no pensamos que ningún otro niño que no sea Iván puede ser nuestro hijo.

Mañana será otro día, pero estaremos tristes porque será nuestra despedida de Iván aunque esperamos verle muy pronto.

Al mismo tiempo, nos entristece saber que va a perder a sus amigos, especialmente a Serguei, al que está tan unido. En España no tendrá amigos al principio y esto va a ser duro para él, aunque también creemos que le ha gustado saber que en casa hay un niño con el que podrá jugar
y creo que él es muy consciente de todo eso y, por eso, le ha gustado el saber que ya teníamos un hijo aunque fuese mucho más pequeño que él, pero Iván, aunque es un niño muy inteligente, sigue siendo por encima de todo un niño con un gran deseo de tener una familia y jugar. No dudamos que le queda mucha infancia por delante.

Ya es domingo y hoy me he levantado sintiéndome más mamá si cabe.

Hoy vamos a afrontar con él claramente su opinión sobre tener una familia y que seamos nosotros. No será fácil para un niño responder a esta pregunta, pero vamos a intentarlo sin atosigarle.

Hoy nos iremos con el corazón triste, pero con la seguridad de que pronto estaremos todos juntos.

Iván llegará y, aunque es el mayor, al principio será el recién llegado y tenemos que tratarle como si un bebé hubiese llagado a casa. Mucho amor, mucho apego y mucho contacto físico.
No se puede recuperar el tiempo perdido, pero para el amor nunca es tarde.

Con Serguei podrá hablar por teléfono y en esta espera nosotros también podemos llamar a Iván. La verdad es que estamos encantados con el orfanato y toda su ayuda. Adoran a Iván y ellos
también quieren que todo salga bien. Ya hemos llegado al orfanato y afortunadamente como era domingo no había directores, ni educadores con cargo, ni nada parecido. Les estamos muy agradecidos por toda la información, facilidades y atenciones pero, en alguna ocasión hemos deseado ver a Iván y allí estábamos con los cumplidos y entretenidos en hacernos mutuamente "la pelota".

Iván nos estaba esperando escondido en el jardín. Definitivamente es un niño lleno de ganas de jugar. Le divirtió mucho que lo encontráramos.

Nada más vernos miró qué llevábamos en la mano, intentando adivinar y descubrir sus regalos, y apareció su amigo Serguei y empezaron a comentar entre ellos.

Entramos y nos sentamos en la portería. Le preguntamos sobre el libro que le habíamos dado el día anterior y fue corriendo a buscarlo. Se lo había leído todo y le fue comentando a nuestra intérprete de español (el día anterior no habíamos ido con ella sino con una persona y la amiga que nos informó de la situación de Iván de los Servicios Sociales). Se lo sabía todo y lo que más le fascinaba, o al menos nos lo parecía, era nuestro hijo, recordaba que en una de las fotos era más pequeño, su habitación y sus juguetes y que mi marido trabajaba con ordenadores. Como cualquier niño de 10 años, siente fascinación por todo lo electrónico y la verdad es que no deja de sorprenderme su nivel de desarrollo en este sentido, otra cosa será su nivel de estudios, pero eso ya se verá. Pero en todo lo demás no recuerda en nada a un niño que está viviendo en una institución.

Le preguntamos si quería ver a nuestro hijo en el DVD portátil que llevábamos y nos dijo que sí. Además llevamos filmada nuestra casa por fuera y el jardín y esa era otra de las cosas que le había sorprendido y nos había comentado que la casa era grande. Yo quería con esto y con el libro que todo le fuese algo más familiar y que no todo fuera absolutamente desconocido cuando llegase.

Después hablamos con él y le dijimos que nos gustaría mucho que fuese parte de nuestra familia, que todos le esperábamos pero que no haríamos nada que él no quisiese, pero él no responde nada, baja la cabeza, sonríe y encoge los hombros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario